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martes, 30 de diciembre de 2014

Ucrania. El comienzo del Maidán 2013

LA ATRACCIÓN DE EUROPA

 COMO UNA GRAVEDAD ANTISOVIETICA

 Ximena Krasnaya




05/12/2013







Cuando en Moscú se reunieron 150.000 personas en la Plaza Bolotnaya, el régimen de Putin era mucho más fuerte que el de Yanukovich. Estaba fortalecido por diez años de poder, considerablemente más fuerte que el Partido de las Regiones. Sin embargo, en Kiev la movilización se produce en forma más rápida y más efectiva, por segunda vez en la historia reciente de Ucrania.



En la “Maidan” (Plaza Central de Kiev), es donde han ocurrido todos los cambios de poderes en Ucrania, incluso cuando era parte de la URSS. Pero estos cambios han alejado a Ucrania más y más no tanto de Rusia, sino de los logros soviéticos tanto sociales como económicos. El derecho a la autodeterminación de los pueblos interpretado por Lenin como un medio de unión entre los pueblos por encima de las fronteras burguesas, no como “libertad de”, sino “libertad para” se ha convertido actualmente en algo bajo, siendo utilizado por los oligarcas nacionales y transnacionales.


Ahora la segunda “Maidan” de consignas fue de inmediato proeuropea, liberal y nacionalista. Tales sentimientos son traídos no sólo por la ucranización (identidad nacional recuperada, que supuestamente había suprimido la URSS), sino también por la privatización burguesa y la colonización económica de Ucrania. Nuestros activistas de izquierda de “Borotba” (lucha) y las organizaciones marxistas con sus consignas fueron expulsados de la Plaza; los ultraderechistas del grupo Svoboda (Libertad), quienes son abiertamente simpatizantes de Stepan Bandera y de Hitler, intentaron golpearlos después de amenazarlos.


La izquierda trató de sacudir la calle Kreschatik (calle central de Kiev) y la Maidan de la Independencia con sus consignas, hablando sobre la necesidad de no unirse con la burguesía europea, de no esclavizarse con la Organización Mundial de Comercio, sino de fusionarse con el proletariado, de los derechos sindicales, de la unidad a través de las fronteras con aquellos que verdaderamente producen la riqueza de las naciones. Por desgracia, el socialismo, tan popular en las demostraciones, está allá junto a ucranianos fachistas y banqueros liberales. El eurosocialismo, si es posible llamarlo así, simbólicamente representado por estrellas amarillas de cinco puntas sobre un fondo rojo, y no el azul de la UE, no es popular en la Maidan. Los ucranianos quieren un milagro: no depender del trabajo diario hecho con sus propias manos, sino que ese milagro provenga de un miting. La Plaza quiere, como en un cuento de hadas, ingresar a Europa, y mañana despertarse en otros departamentos, con salarios en miles de euros, y así sucesivamente. La segunda Maidan no se diferencia de la primera, así como no se diferencia del resto de las “revoluciones” ( en realidad, políticamente son contrarrevoluciones) que en las repúblicas de la URSS se dispararon en 1991 en Belovezhe.


Sin embargo, en Rusia y en todas partes de las repúblicas ex soviéticas, la Maidan ucraniana provoca admiración, porque allá se ve una fuerza que siempre rompe los planes partidistas o corporativos, se ve la energía creativa de las masas. Estos días pasados en la Maidan han agitado la esperanza no sólo de los ucranianos, este hecho podría hacer que aquellos reunidos en la Plaza Central lleguen al mismo poder, si lograran la formación de Soviets. Aquí después de dispersar a la multitud en forma violenta, dejando a muchos heridos, llegan nuevas noticias: las masas se han apoderado de edificios administrativos. Pareciera que éste es ya un proceso irreversible.


Es el sueño de la Bolotnaya de mayo de 2012, el día de la asunción de Putin. En forma pacífica, pero activamente, han destronado al zar, incautando ofensivamente el poder de las manos de un rey ilegítimo.


Si se mira de cerca, el estado de ánimo que domina tanto a la Bolotnaya como a la Maidán no tiene nada de soviético o en todo caso no se podría decir que allá encontramos algo de socialista. Si en Moscú los liberales ganan en el campeonato de la oratoria (y es por esa razón que la Bolotnaya no se convirtió en el poder de los soviets), entonces en Kiev el requisito es abstracto y rápido, el nivel de vida europeo se ve como rechazo final a la identidad soviética, pasando suavemente al nacionalismo y a la protesta encabezada por militantes fachistas. El asalto a la administración presidencial en la calle Bancova, utilizando una excavadora, muestra solamente que son grupos fachistas belicosos. Pero detrás de ellos es importante recordar que hay medio millón de ucranianos reunidos en Vecha (vista antigua eslava de la democracia) que en conjunto hace frente a la arbitrariedad rechazando la integración con Europa. En sí, esto no significa que Ucrania se haya convertido en un Estado fachista, pero cualquier protesta, si es masiva, en cuestión de días es determinada por sus líderes, los cuales conducen al pueblo hasta la victoria sobre el poder, o es dispersada como ocurrió en el 2012 en Moscú.


La Bolotnaya y la Maidán son parecidas desgraciadamente, con un único odio hacia el pasado soviético con su dominio estatal sobre la iniciativa privada. El mito sobre la confrontación entre totalitarismo y democracia todavía domina en las mentes de los ciudadanos ex soviéticos. Sin embargo, es importante destacar que a la primera Bolotnaya llamó el frente de izquierda de Rusia. Esta misma organización es una construcción prosoviética, la cual junto con otros participantes que hoy están presos y siendo juzgados por la causa del 6 de mayo de 2012 por “desórdenes masivos”, y cuyo único deseo que la unen a otros grupos políticos es cambiar el régimen de Putin. El Frente de izquierda probó la forma democrática en los mitings, contribuyendo con la agitación tratando de aleccionar a las masas que se conducían al “euroidealismo”, como en Kiev ahora. Después de todo unirse a la UE a toda costa es el acorde final en la desovietización. Y la UE, este sueño de Hitler, no hubiera sido posible sin la destrucción del bloque de países socialistas que contenía a la URSS, a la República Popular Polaca, a Checoslovaquia y las otras democracias populares del este de Europa.


La UE recoge los fragmentos de la URSS dispersados después de 1991. Sin embargo, no posee aquella profundidad y fuerza de los órganos e institutos socialistas cuya dirección permitiría, como en la URSS, ingresar a la Unión Europea recibiendo algo sin entregar sus derechos a una colonia. Aquí la Federación Rusa va a la vanguardia de la contrarrevolución y ésta última es la que ha traído toda la carga a la economía postsoviética: adhesión a la OMC, estrangulando su propia industria, su aviación, su industria automotriz. Los traidores de la URSS, el comando de Putin, han sido los ejemplos para sus hermanos menores como Ucrania. La degradación industrial es lo que conduce a la UE, lo que cayó de la URSS; y en el plano ideológico, por desgracia no se ha formado a nadie entre las fuerzas políticas en Kiev.


La gigantesca unión del pueblo soviético nacida y educada en Kiev, con un radical sentimiento y aspiración antisoviético, ha sido una tragedia. Pero esta tragedia pareciera ser ahora optimista. El pueblo, exactamente el pueblo y no una minoría política, trata de poner en orden sus pensamientos (incluso desde la derecha y pronunciando un discurso antisoviético) y hace esto en forma de Consejo, cuando el poder trata de decidir el futuro del país sin su participación. Esto es bueno. Pero todo lo que queda por delante es la protesta dominante del grupo separatista (la ideología de estos “europeístas” es exactamente nacional-separatista, tratándose de alejarse de Rusia, tanto en pensamiento como en el idioma). Sin duda este estancamiento es lo que está asegurando la adhesión de Ucrania a la UE. Y esto es muy malo. Sin embargo, esto no es sólo un producto de astutos provocadores, sino una entropía social, la inercia de la disolución de la URSS en la degradante atomización económica e ideológica que conducen de acuerdo a las leyes de gravitación geopolíticas, las antiguas repúblicas soviéticas hacia atrás de los hermanos mayores, como una gran masa-Estado.


Recordemos que los ucranianos “europeos” hace un año atrás cerraron los ojos frente al secuestro de Leonid Razvozzhaev realizado por las fuerzas de Putin. A este miembro del Consejo Directivo del Frente de Izquierda ruso, figura pública de la política a nivel federal, lo secuestraron en las mismas narices de la misión de la Naciones Unidas en Kiev. La élite ucraniana no demostró ningún respeto ante la UE ni ante las organizaciones internacionales. Por el contrario, siempre estuvo inclinada (tanto en la figura de Yanukovich, y antes de él Yuschenko) a la negociación en propuestas concretas.


Aquí no hay ninguna ideología, no hay beneficios inmediatos, es la política de los trabajadores temporarios; tal es la característica de toda la politiquería postsoviética. Lo mismo que con el régimen de Putin, el régimen de Yanukovich lo más probable es que resista no con el apoyo de las masas. La burguesía nacional y transnacional que ha privatizado 70 años de construcción del comunismo, el pueblo atónito después de largas décadas, un proceso que se ha retrazado por el largo robo. No hay en Ucrania una fuerza política preparada para un cambio sistémico, por eso ocurre esta lucha banal sin un programa ideológico, hay una escalada de violencia que la oposición no podrá ganar. Aquí todo lo decidirá el tiempo (que ya se ha perdido) y la avalancha de masas. La ultraderecha no tiene ese apoyo, así que lo más probable es que pierdan; y si ganan, de todas formas tomarán un camino de compromisos con un Yanukovich que ya se ha pasado completamente a la UE.

diciembre de 2013

Ximena Krasnaya

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